I

Se escuchan los primeros camiones por ahí de las cinco de la mañana: la ciudad despierta con desgana
el ciclo del día y la noche no tiene sentido en la mancha urbana
para la naturaleza, la producción es una herida que no sana
suena el reloj despertador, los nervios me crispa
siento como si gradualmente me fuera quedando sin chispa
me levanto y voy al baño a orinar, aún sin poder abrir bien los ojos regreso a la cama: diríase que soy uno de los flojos
recupero el sueño sin ponerle mucho empeño:
«érase una vez un mundo en que no existía ningún dueño: desde para el más grande, hasta para el más pequeño,
el panorama para todos era por demás halagüeño»...
la alarma vuelve a sonar y esta vez es definitiva: me tengo que levantar, no tengo otra alternativa sin trabajo no hay dinero, y sin dinero no como
ah qué pinche mugrero: a poner el lomo
pero repentinamente, algo me saca del letargo
y siento cómo poco a poco va cediendo lo amargo escucho con atención: qué cosa más hermosa
y me asomo: un cenzontle en una rama posa.

II

Computadoras, televisores, refrigeradores
aires acondicionados, minisplits, ventiladores electrodomésticos encendidos 24/7
la contaminación auditiva, ¿a quién le compete?
y ni menciono a la industria, que para mí es innegable: de mucho del ruido que a diario se genera es responsable quienes nacimos en ciudad no conocemos el silencio
al menos, a mí me pasa que no siempre lo diferencio
estamos en una guerra por ver quién tiene más volumen
¿no has sentido alguna vez como que los oídos se te entumen?
hemos perdido sensibilidad, en resumen,
no es que tengamos ahí metidos unos tapones de cerumen
y es por esto que llegamos a extremos peligrosos, pues escuchamos la música en ambientes ruidosos: siempre salgo ronco y sordo de cualquier presentación en contextos así, ¿es posible su apreciación?
sin silencio no hay música: capítulo primero
quizás no la hemos escuchado aún de modo verdadero no sé si exagero: es más: eso espero
su pérdida sería lamentable para el mundo entero.